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Las dos caras de una sociedad

  • Todas las mañanas tomo el tren San Martín en la estación Villa del Parque para ir a trabajar. Mientras viajo, observo lo que sucede a mi alrededor: la gente se amontona, como piezas de Tetris, buscando un lugar donde acomodarse; el aire se asfixia por tanto calor humano; y no falta el llanto de un niño que se para en el asiento, mientras que su mamá parece estar ocupada en otros asuntos. La cantidad de pasajeros que viaja en cada vagón es muchísima, y me sorprende la notoria desigualdad que existe entre unas personas y otras. Durante el trayecto, suelo mirar por la ventana, y los espacios se ven de una determinada manera según la estación en la que me encuentre. Esa sensación de experimentar diferentes verdades en tan poco tiempo, la percibo, especialmente, desde la estación Palermo hasta Retiro. En esta última estación, que es en donde esas diferentes realidades se mezclan, reafirmo el concepto de Aristóteles: “La única verdad es la realidad.” La sociedad puede tener diversos sectores, pero hay una única verdad que nos une: pertenecemos a la misma especie.

    “Las dos casas de Olivos”, de Silvina Ocampo refleja esa desigualdad y, al mismo tiempo, la igualdad. Este cuento resulta útil para desarrollar el presente ensayo a partir del análisis de las siguientes tres técnicas narrativas: el mostrar y el decir; la focalización y las voces narrativas; y las variables espacio-temporales.

    En este relato, es más lo que se dice que lo que se muestra. Hay muchas descripciones, por ejemplo: “Había cuartos inhabilitados, enormes cuartos con persianas siempre cerradas de humedad, cuartos llenos de miniaturas de antepasados y cuadros ovalados en las paredes. El jardín era espacioso con árboles altísimos.” En algunos pasajes de la historia se pueden encontrar frases que se aproximan al mostrar: “…El cielo estaba negro y muy cerca de la tierra pesaban nubes grises de plomo…”

    En cuanto a la voz narrativa de este cuento, podemos decir que el narrador es omnisciente ya que sabe lo que piensan los personajes. A modo de ejemplo, cito dos fragmentos en los cuales se ve claramente la omnisciencia del narrador: “La chica de diez años se acordó de que en el jardín de la casa grande, como de costumbre, su amiga debía de estar esperándola.”; “Los caballos blancos atraen los rayos, pensaba el Ángel.”

    La persona que narra, que no se sabe si es un hombre o una mujer, se focaliza en las dos chicas de diez años para insinuarnos una sociedad dividida por lo económico y por estilos de vida diferentes. También, el narrador usa la figura inocente y despreocupada de las niñas para representar la unión social.

    Respecto de las variables espacio-temporales, la historia transcurre en dos casas situadas en Barrancas de Olivos. Una de ellas pertenece a una familia adinerada; la otra, a una familia pobre. La autora usa un mismo espacio para representar dos realidades distintas: la ostentación y la marginalidad. En medio del relato se observa una transposición de personajes como realiza Horacio Quiroga en “Las Moscas”. Ambas chicas deciden intercambiar sus formas de vida. Esto las obliga a enfrentarse a distintas costumbres, en otros espacios.

    El tiempo del relato no presenta variables significativas. En general, está abordado en pasado: “Las dos chicas se encontraron en el cerco y tuvieron apenas tiempo de decirse adiós…” En algunos pasajes de la historia, cuando aparecen las voces de los personajes, la autora utiliza el tiempo presente: “Mi casa es fea”; “Los caballos blancos atraen los rayos.”

    Este cuento, no por resultar simple deja de ser interesante. Su trama nos hace reflexionar respecto de nuestros comportamientos hacia los demás. Ocampo nos incentiva a repensar cómo somos, por qué somos de tal forma, y qué somos dentro de un marco social bastardeado por las injurias, la discriminación y la marginación.

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