La vía intradérmica se utiliza principalmente para la suministración de medicamentos o pruebas diagnósticas.
Estas inyecciones puede aplicarse en zonas del hombro, la parte central de la cara interna del antebrazo o la parte media superior de la espalda.
Para proceder con una inyección intradérmica hay que empezar limpiando la zona con algodón y alcohol, desde el centro a la periferia. El médico o estudiante de medicina introduce la aguja de jeringa y con la otra mano se pellizca en sentido contrario a la introducción de la aguja para que penetre mejor. La aguja debe mantenerse en paralelo al antebrazo del paciente.
Una inyección subcutánea se debe inyectar entre la capa de grasa situada entre la piel y el músculo y sirve para procurar ciertas medicinas.
Se aplican en el brazo, el muslo o alrededor del ombligo.
Después de desinfectar la zona, el médico o estudiante de medicina toma el pliegue de piel, la aguja debe clavarse en la piel con un ángulo de 45 grados. Se debe absorber el émbolo para verificar que no se ha dado con un vaso sanguíneo. Si no es así, se puede descargar el contenido. La aguja debe retirarse de una sola vez y, posteriormente, se debe dar un ligero masaje con el algodón.
Entre los tipos de inyecciones, encontramos también la inyección intramuscular por la cual el medicamento puede administrarse directamente en el músculo. Puede aplicarse en el hombro, el muslo o la nalga.
Como en casos anteriores, es necesario desinfectar la zona, y clavar la aguja en un ángulo de 90 grados. Primero se comprueba que no se haya alcanzado ningún vaso y después se introduce el medicamento. Se retira la aguja y con el algodón se da un ligero masaje en la zona.
La inyección endovenosa se aplica en pocos casos y como última opción, pues supone una compleja intervención que conlleva grandes riesgos. Sólo los médicos y estudiantes de medicina especializados pueden realizar este tipo de inyecciones